Que, en general, las iglesias más pequeñas son las mejores. Para decirlo de forma sencilla: “cuanto más grandes, peor”. Esta pauta es tan significativa que es difícil comprender por qué nadie se ha topado con ella antes. En su lugar algunos autores han partido de la tesis opuesta, llamémosla “cuanto más grande, mejor”.
La confusión sobre esta pregunta está ligada a una realidad desafortunada. Cuanto más usamos los datos de asistencia actuales como método de medición, menos se aprecia esta correlación. La correlación negativa entre el tamaño de la iglesia en crecimiento y la calidad y el potencial evangelístico aparece sólo cuando utilizamos datos de asistencia de los cinco años anteriores como nuestro método de medición. A primera vista esta selección parece bastante arbitraria, pero si la mira con más detenimiento, no lo es tanto.
La clasificación de una iglesia como creciente o no creciente está relacionada con su forma de crecer en el pasado. Nosotros no sabemos si una iglesia crecerá en el futuro. Hay señales que nos permiten suponer que el crecimiento en el pasado no garantiza que el crecimiento continúe en el futuro. De hecho, iglesias que hoy son grandes deben su crecimiento a la dinámica de crecimiento que se encuentra en las iglesias pequeñas. Sin embargo, muchas iglesias que hace cinco años eran grandes, hoy han dejado de crecer o incluso, están decreciendo.
Por consiguiente, es engañoso utilizar el tamaño actual de la iglesia como base para evaluar los efectos de este tamaño y hablar sobre su posible crecimiento en el futuro. La única posibilidad para relacionar el tamaño de cierta iglesia con su futuro desarrollo es considerar el tamaño de esta iglesia en el pasado e interpretar el presente como si fuera el futuro que ya ha llegado y que puede por lo tanto ser examinado. Sin este patrón mental, que al principio fue difícil de captar para mí, no habríamos podido llevar a cabo muchos de nuestros descubrimientos. (DNIP, 215-216)